jueves, 21 de febrero de 2013

HILO DE SEDA. de Carlo Sgorlon

La vida de Odorico es en sí una aventura desde su nacimiento; huerfano de padre desde su primer año de vida, por un mal entendido que hizo que aquel se marchase del hogar, perdiendo la vida en el ejercito.
Su madre años despues sabiendose viuda contrajo nuevas nupcias con un artesano como lo fue su marido.
Al crecer y ser un chico avispado, todos hacían conjeturas sobre su persona y lo que sería en el futuro, en lo cual  diferian segun sus propios deseos, pero Odorico que amaba los animales queria ser como San Francisco, fraile menor.
Trabajando en el castillo de un señor, un buen día soltó a los halcones de caza, huyendo tras su fechoría.
Realizo su sueño de ser fraile, y su vida se convirtió en una gran aventura, en un deambular de unos conventos a  otros, la mas grande de ellas fue la que emprendio hacia tierra de los mongoles junto a Giacomo y Michele, que emprendieron desde Italia, para ayudar al Arzobispo que se encontraba en Catay (Pekin).
Entre la ida y la vuelta transcurrieron mas de 17 años. Al regreso Odorico era ya anciano. Tras lo vivido pensaba que las religiones eran extrañas hermanas, o por lo menos primas, que habían perdido la nocion de su parentesco, como si este fuese un elemento arcaico, olvidado y se enzarzaban en feroces contiendas, protegidos por corazas de seda o acero.
Tenía la certeza de que el destino humano es siempre versatil como el viento y cambia de direción; sentía con frecuencia que su caminar era como debanar un capullo de seda sujeto al extremo de su hilo.
Se le atribuyeron también algunos milagros, de los cuales no se sintió protagonista, solo intermediario de los designios de Dios. Cuando murió las campanas de todas las iglesias doblaron a duelo y se suspendieron todos los actos incluidos funerales pendientes.

domingo, 10 de febrero de 2013

El Mozarabe (I) de Jesus Sanchez Adalid

Nos narra la historia de dos personaje historicos allá por el siglo X en la época de Abderraman III y su hijo Alhaquen.
El joven Abuamir que llegó a convertirse en el encargado de la casa de la moneda y aministrador de los bienes de la yasida y del heredero del principe de los creyentes, sin ser eunuco como exigía la tradición, y cuyo camino se cruzó en diferentes etapas con el del obispo de Córdoba por aquel entonces el mozarabe Asbag.
Una época en que JUDIOS-MUSULMANES Y CRISTIANOS vivían en paz y respetaban las creencias de los demás, en la que Cordoba era la capital del mundo musulman siendo  ésta la de su máximo esplendor, cuyos vestigios aun permanecen para regocijo de los cordobeses y de los árabes que nos visitan y recuerdan cuando todos eramos  UNO SOLO